En 1860 tuvo lugar la primera conexión de telégrafo entre la Península y las Islas Baleares. Tras varios estudios, se había decidido que la bahía de Jávea era la más idónea para acoger la estación telegráfica. En la otra orilla, la cala de Port Roig en el municipio de Ibiza de Sant Josep de Sa Talaia, fue el lugar escogido para situar el otro extremo. Para llevar a cabo este proyecto de comunicación -muy novedoso entonces ya que en España antes sólo se había probado entre Tarifa y Ceuta- en Jávea fue necesaria la construcción de un nuevo edificio junto al mar, en el barrio de Aduanas, el Puerto actual.
Aquella edificación fue bautizada casi de inmediato con el nombre de la Casa del Cable. Desde allí partió el cable submarino de 113 km que recorría las profundidades mediterráneas hasta llegar a Port Roig. Nacía así una red de comunicación e información junto al Mediterráneo que situó a Jávea en el mapa rompiendo en parte su tradicional aislamiento.
Más de un siglo después y debido a su situación de abandono, el ayuntamiento decidió restaurar la Casa de Cable para convertirla en una de las salas de exposiciones más especiales de todo el Mediterráneo. El espectáculo de contemplar el horizonte desde su interior se repite en muy pocos lugares. Es prácticamente único.
La Casa está abierta en la actualidad y se celebran exposiciones con regularidad. Es un lugar ideal para los amantes del arte pero también para aquellos a los que les gusta descubrir un espacio singular.
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